Dónde puede trabajar un criminólogo

Esta no es una entrada sobre las ya resabidas salidas profesionales del criminólogo. Aquí se ofrecen nuevas perspectivas.

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Es probable que cuando os enfrentéis a este tipo de informaciones, la palabra utopía o irrealizable venga a la boca de la mayoría de personas que tratan de explicaros que sí, sí, todo eso estaría muy bien, pero…

Y yo me he visto en la obligación de reproducir esa misma palabra. En una entrada anterior acerca del intrusismo el debate no se hizo esperar: el criminólogo podía hacer todas estas maravillosas cosas, pero lo cierto era que esas actividades ya estaban copadas por otros profesionales. ¿Cuál era la solución: echar a esos primeros o inventar nuevas o adaptadas formas que permitiesen el desarrollo profesional del criminólogo? Es una cuestión compleja, pero quizá lo más sencillo resulte en lo segundo, por largo que se nos haga el viaje hasta allí. Mas para eso nos sirve la utopía, en este caso modificada, para poseer algo a lo que aspirar.

Sí, existe vida más allá de la creación y publicidad de cursos de formación. Quizá este tipo de conocimiento debería reservarse a: 1) Conferencias y eventos asimilados, 2) formación genérica (lo que debió incluirse en el Grado y no se hizo), 3) propio acceso privado, gratuito (más allá del precio de un libro o un artículo) e interesado del profesional que desea aprender.

Pues bien, en mi experiencia personal y profesional, puedo contar con los dedos de las manos las personas que conozco que desarrollan la Criminología como único ámbito profesional. Por lo general está mezclada con otras profesiones: la de policía (en todos los cuerpos), detective privado, psicólogos y médicos forenses que se apoyan en los conocimientos de esta ciencia (o que esta misma ha llegado a utilizar para su desarrollo), arquitectos, etc.

Donde sí he visto criminólogos triunfar sin excesiva necesidad de especialización o doble formación, es en las políticas comunitarias, prevención situacional, en las actividades como perito realizando contra-informes o informes criminológicos de toda índole o, quizás, como crítico, llevando a cabo una tarea de análisis de la sociedad a través de artículos y monografías, por no contar con el profesorado, ahora mayor, de Criminología.

Eso en España.

El ámbito internacional es uno que no conozco tan bien como desearía. Soy consciente de que la Criminología crítica y los temas relacionados con política criminal son más y mejor escuchados en otros países, incluso Estados Unidos, donde los alumnos de Quántico han de estudiar Criminología, entre otras cosas, para convertirse en agentes del FBI. Aunque es cierto que lo que ellos aprenden es más particular, menos dirigido a la sociedad y más a la aprehensión del delincuente y los aspectos psicológicos del mismo. Quizás me equivoque y eso haya cambiado.

Y en Gran Bretaña no es extraño que la policía contacte con expertos para ser ayudados en la investigación de determinados casos: consultores y asesores, donde el criminólogo puede tener una posición preeminente.

En Francia o Canadá, aunque sigue siendo dentro del ámbito policial, la perfilación posee gran importancia en las investigaciones criminales.

¿Y en España?

España es un país como cualquier otro, y si creas demanda, recibirás oferta (¿era así?). Sí, es probable que los abogados (en caso de informes criminológicos) puedan fiarse poco y la tarea de convencerlos resulte titánica, pero se puede. Es cierto, las administraciones locales, comunitarias y estatales parecen poco abiertas a la conversación acerca de ciertos temas (seguridad, por ejemplo), y todavía más si no se es parte del funcionariado que la compone, pero la presentación de unas buenas ideas, adjuntadas a un proyecto completo y cuyos detalles aseguren a la Administración que nada se deja al azar (ni siquiera el precio), estoy convencido de que puede seducir incluso al más desconfiado.

El problema, en este o en cualquier otro país, no radica solamente en conocer lo que sabes hacer y hacerlo bien, sino en saber hablar el idioma del cliente. Cuando uno ha de negociar un servicio de detective, ha de escuchar e intuir qué es lo que desea en realidad la persona que viene al despacho (que, a veces, se podrá ir por las ramas o no querrá ser tan directo como deseáramos) y ofrecerle lo posible dentro de lo legal. Esto es, un detective, por ejemplo, ha de lidiar con, al menos, tres aspectos: el deseo del cliente, la posibilidad de su realización y la legalidad de lo expuesto. Y con ello ha de moverse para satisfacer las necesidades de quien contrata. Que luego el resultado no sea satisfactorio porque no se ha obtenido la respuesta esperada es cosa distinta.

El criminólogo ha de entender, y me lo digo también a mí mismo, cuál es la necesidad a cubrir en la sociedad (y el cliente), así como su deseo, y unir ambas. Una vez hecho esto, ya se tendrá su atención. No puedo decir: oh, la perfilación vendría muy bien a la sociedad. ¡Sociedad, qué haces que no me estás contratando para usar esta magnífica herramienta! ¡Sirve para todo! Ella no sabe que eso es útil, pero, además, ese tipo de afirmaciones son vagas e imprecisas. En cambio, si sugieres a una empresa que el análisis de los comportamientos y afirmaciones de los candidatos para un puesto de trabajo puede asegurar la reducción del absentismo, de los hurtos en el trabajo y mejorar el clima laboral, entonces ya tienes algo que ofrecer. En este caso, servicios de Recursos Humanos.

¿Puede hacerlo un criminólogo? Considero que sí, no porque le pertenezca ese ámbito, que quizás es más para psicólogos o para aquellos que tuvieron que pagar un máster universitario de especialización en el tema: la uni tiene que sacar dinero; pero un criminólogo formado en lenguaje no verbal, en comunicación estratégica y perfilación quizás sea capaz de sustituir la figura de un psicólogo en este caso, sobre todo si la función de este va a estar dirigida a conductas antisociales y anti-sistema, o detectar patologías psico-sociales, que a valorar las cualidades personales del empleado en cuanto que sea fiel o productivo.

Como estos ejemplos, que a algunos les podrán parecer mejores o peores, estúpidos o inteligentes, raros y pintorescos, uno debe crear mil. Pero, sobre todo, debe saber hacerlo y saber quererlo, o no durará.

Salidas profesionales dadas y creadas.

No he imaginado el ejemplo de los recursos humanos de casualidad. Cuando la Criminología surgió como estudio de Grado, las personas que lo diseñaban tuvieron que hacer un gran ejercicio de imaginación para rellenar las pestañas (en la web) de cuáles serían las salidas profesionales. Y quizás pecaron de confianza o de ingenuidad, y esa misma se nos ha contagiado al resto.

Quizás hubiera sido más eficaz motivarnos por la creación y la imaginación propia, para que a través de los conocimientos que se nos daban (que, en ningún momento, tratan “cómo se crea una empresa”) nosotros imagináramos las posibilidades de la Criminología. En cambio, si a ti te dicen que como profesional deberías estar en Y, N y Z actividades, no sueles esforzarte por encontrar más, sino que te limitas a exigir esas tres letras profesionales hasta que te las dan, o tiras la toalla y acabas en algo totalmente distinto. De mi promoción, quizás el noventa por ciento ha terminado así.

Así, una mayor creatividad y capacidad de emprender (que queda anulada al establecer dogmas profesionales) puede hacer que todos aquellos criminólogos que no desean atacar la función pública, sí que puedan desarrollarse de manera más orgánica y eficaz en el sector privado. En cambio, los proyectos criminológicos en este sector son pocos, aunque no inexistentes, y deben realizar esfuerzos titánicos para, no sólo ser contratados, sino simplemente escuchados.

Pero son escuchados. Antes o después, se encienden luces en las cabezas de muchos, ven el negocio (porque, no nos mintamos, en esta sociedad ha de ser un buen negocio para prosperar) e invierten en ello.

El criminólogo como profesional.

Para terminar, cuando decido separar entre profesiones dadas y creadas, refiriéndome a las que se establecieron por los Grados y las que han surgido posteriormente, no trato de limitar el desarrollo profesional del criminólogo, sino todo lo contrario. Lo considero un intento de dinamizar una figura a la que le está costando despegar cuando existen otras carreras con otros profesionales tardíos que han conseguido situarse con mayor facilidad.

Es en ese sentido donde pienso que la palabra utopía sale tanto a la palestra, pues quizás nuestros objetivos son demasiado heredados, poco realistas y propios, y por eso suena tan irrealizable.

Reconozco que este tipo de perspectiva, no sólo es difícil de aceptar, sino incluso de atisbar, pues supone admitir que se nos ha vendido humo durante, al menos, cuatro años, y que no vamos a alcanzar, no al menos ya, esos objetivos profesionales que parecían ya cumplidos con tan sólo terminar la carrera. Esos cuatros años no son más que el aprendizaje para todas las dificultades que vendrán después. Y si aceptáis un consejo, más vale que os pongáis el cinturón, porque lo que os espera es largo y complicado, son curvas.

 

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