EL ARTE DE LA BAJA FINGIDA

¿Oscars?, ¿Premios Goya?… Naaaaa, esto son pequeñeces. Los artistas que los detectives vemos buscan el premio de la invalidez, la secuela pagada y vivir del cuento.

el arte de la baja fingida

La picaresca en nuestro país nunca ha estado mal vista del todo, en especial si los perjudicados son aseguradoras, mutuas o la seguridad social. Cuando el clima social no presiona en contra y la ley no castiga con suficiente dureza una conducta es normal que este tipo de conductas no solo no se extingan sino que aumenten en cantidad y frecuencia, sobretodo si el premio es “no trabajar”.

Trasfondo cultural de la baja fingida

No podemos hablar de la naturaleza de las bajas fingidas sin hablar primero del contexto en que se llevan a cabo.

La maldición bíblica

Mientras que para los cristianos protestantes el trabajo es una manera más de servir a Dios y algo de lo que estar orgullosos y sentirse útiles, para el catolicismo español el trabajo se quedó en maldición bíblica. Vivíamos en el paraíso terrenal, la liamos y nos castigaron a ganarnos el pan “con el sudor de la frente”.

Repite esto en las iglesias durante 500 años y conseguirán un país en que buena parte de la población odia trabajar y se sentirá, siempre, un esclavo al hacerlo. Independientemente de las condiciones en las que lo haga.

La rebelión contra el opresor

Sin meternos a fondo en política, la “lucha de clases” vuelve a estar de moda. Las modas son esto, modas, y siempre vuelven, igual que algún día volverán las hombreras de dos palmos de los años 90, ahora ha vuelto la moda de la lucha “anticapitalista”.

Pero ojo, que las modas siempre cambian un poco al volver. Ahora al frutero de la esquina, que entre impuestos, seguridades sociales, alquileres, y sueldos del ayudante se le van el 90% de las posibles ganancias le llaman capitalista explotador. Igual se lo llama alguien sentado cómodamente en un sillón de despacho y que gana 3 veces lo que el frutero a costa de sus impuestos, pero es así.

Pues si el ayudante del frutero se cabrea porque no cobra lo mismo que un ingeniero termonuclear en Suecia tiene derecho a pedirse una baja como castigo a su opresor. Es lo que hay.

Las maldades del sistema

El “sistema” te da un hospital donde nacer, colegios gratis, ayudas, becas, casas subvencionadas, un sueldo cuando no trabajas y una paga cuando te jubilas pero es malvado porque otros, además, tienen yates y joyas de lujo. Esa injusticia te da derecho a tener una depresión y ser incapaz de trabajar durante 6 u 8 meses al año. Corre al médico.

Las bajas fingidas en España

La temporada baja del autónomo

Las bajas también son geniales esos mesecillos al año en que no hay apenas trabajo, sobretodo si tenemos suscrito un seguro al efecto. Después de tanto trabajar, pagar IVAs, Trimestres, etc, ¿no merecemos unas vacaciones pagadas?

Pues probablemente sí, pero legalmente no las tenemos.

Pese a trabajar “para Hacienda” no trabajamos “en” Hacienda, por lo que las vacaciones o no se toman, o se toman con lo ahorrado o se toman de manera fraudulenta.

El cierre anticipado

Otra variedad. ¿La peluquería para pájaros, que era mi sueño desde pequeño, no funciona porque los pájaros no tienen pelo y tengo que cerrar? Pues antes de cerrar, y mientras intento traspasar mi negocio a otro “emprendedor”, me acuerdo del dolor de espalda que tengo desde que cumplí los 35 y me cojo la baja. Así voy cobrando algo mientras me planteo qué hago.

Psicología del artista del fraude

No vamos a extendernos pero pongamos sobre la mesa un concepto básico en psicología…

Recompensa y castigo

Todos hemos estudiado o visto algún reportaje sobre los principios básicos del conductismo, eso de las ratitas, los laberintos y las palanquitas. Palanquita azul te da un trozo de queso, palanquita roja una corriente eléctrica en los genitales.

Pues pongamos la palanquita blanca. Esa en un 90% de ocasiones te deja la puerta del queso abierta para siempre y en un 10% te suelta una descarga más bien leve, un mero cosquilleo, ¿ok?

Pues esta palanquita blanca es la legislación española. Si te sale bien comes gratis toda la vida sin más esfuerzo y si te sale mal esperas un poco para recuperarte y vuelves a darle.

¿Y el médico qué?

“¡Lo ha dicho un Médico!”, grita un barbudo harapiento sobre un pedestal en mitad de la plaza.

Los médicos, cuando conviene, son la nueva religión. Parece que “si lo ha dicho un médico” ya nadie puede ponerlo en cuestionamiento. Se zanja la discusión, se pretende acabar el debate, pero hay matices a tener en cuenta…

La dificultad de diagnosticar correctamente

Gran parte del diagnóstico médico se basa en la entrevista y ésta en la suposición de veracidad de lo que expresa el paciente y en su voluntad natural de ser curado. El problema es que no siempre es así.

En muchas ocasiones los médicos no son engañados, pero deben disimularlo y claudicar por prudencia e imperativo legal. Sospechan, y sus sospechas son el origen de muchas investigaciones de las mutuas y aseguradoras, pero no pueden afirmar que “no tiene lo que dice tener” sin más pruebas al respecto. Ahí entramos los detectives, a ayudar a recopilar esa serie de evidencias necesarias para contrarrestar las afirmaciones del paciente.

El instinto de supervivencia

Los médicos salvan vidas pero eso no les convierte en héroes automáticamente y, ni mucho menos, en mártires. Si viene según que fulano, al que después se va a encontrar en el super de la esquina de su casa, con un supuesto dolor de espaldas o una historia depresiva extraña.

¿No es humano evitar el conflicto y firmar? El instinto de supervivencia prima sobre otras consideraciones, en especial en poblaciones pequeñas o con ciertos grupos socioculturales (étnicos no, porque está prohibido decirlo).

Las tablas de Moisés

Para evitar estas presiones y posibles consecuencias, el gobierno se ha sacado una especia de tablas sagradas con las duraciones que deben tener las bajas según el tipo de enfermedad. A nivel individual pueden producirse injusticias pero, en general, puede ser una medida que ayude bastante a solventar el problema.

¿Y los sindicatos…?

Ya que me he metido con los médicos, que es algo casi sagrado, por qué no darles un repasito también a los sindicatos y sus personalizaciones, los sindicalistas. Si ya de por si los sindicalistas suelen odiar a los detectives, un poco más no hará daño.

Uno no sabe muy bien porque pero parece que el ser sindicalista es realmente malo para la salud y el cuerpo se les resiente a menudo. Y ojo, es contagioso, los amigos de los sindicalistas también suelen caer en bajas con más frecuencia.

Es una lástima que en este país de hipocresía sea tan difícil conseguir datos estadísticos completos. Sería muy interesante comparar el tiempo de recuperación necesario en una lumbalgia entre un pintor autónomo en plena época de trabajo y un sindicalista de la administración pública.

La defensa del… ¿oprimido o mal compañero?

Nada ofusca y desmotiva más que tener un compañero de trabajo que sabes que está sano como una rosa y que está cobrando lo mismo que tú pero tumbado tranquilamente en el sofá de casa. Para colmo, y de rebote, sueles tener que hacerte cargo de parte del trabajo que no realiza tu “compañero”.

Pues el sindicato en lugar de defenderte a ti, como buen trabajador, defenderá los derechos del cuentista en la gran mayoría de ocasiones.

Cualquiera diría que su función, en lugar de ser la de luchar contra las injusticias sociales, sea la de hacer caja con minutas judiciales…

Claves para apreciar el arte de la picaresca

El cine, el teatro o la televisión cuentan con un efecto muy beneficioso de cara a creerse la actuación de un artista, la suspensión de la incredulidad. Este fenómeno supone que permitimos, durante un tiempo, a nuestro cerebro asumir como reales ficciones completamente estrambóticas.

El artista de la picaresca no cuenta con esa ventaja. Él debe hacernos creer que eso ocurre realmente en una situación en la que dudamos de su veracidad. Para eso hay que ser un auténtico artista y vamos a analizar un par de puntos clave para apreciar aún mejor su arte.

No hay tomas falsas

No hay una segunda oportunidad, hay que ser creíble todo el rato. Si desconfían una vez ya cuesta mucho recuperar esa confianza. Es parecido al teatro, pero en el teatro es más fácil perdonar u olvidar un error.

La representación no acaba cuando baja el telón

Todo el día, a todas horas. Algunos se olvidan de eso y representan su papel solo en el interior de la consulta del médico o del rehabilitador. Ha de ser muy cansando fingir siempre, y si no haced la prueba. Simulad andar cojos durante un trayecto entero a pie de una cierta distancia.

Al final acabarás con dolor auténtico o te rendirás a las pocas manzanas.

Ser un auténtico artista implica sufrimiento, y este tipo de gente no está para esforzarse mucho.

Los “críticos” te esperan

Y por último los críticos. Esos somos los detectives, los “críticos de cine” de estas obras tragicómicas, pero lo nuestro no sabes bien cuando sucederá, no puedes prepararte el papel ni elegir el escenario.

Cuidado artista, hoy a lo mejor ando detrás de ti. Campeón.

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